Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales


Cierre del acto de ingreso en la Academia como Académica Numeraria de la Ilma. Sra. Da. Carmen Lluch Plá realizado por el Excmo. Sr. Presidente de la Academia



Excmos. e Ilmos. Sres. Académicos,
Queridos amigos y familiares de la Profesora Carmen Lluch,
Sras. y Sres.,
Como suelo hacer en ocasiones de la categoría de ésta de hoy, permítanme que inicie esta breve intervención para cerrar el acto que acabamos de vivir con palabras de agradecimiento a las personas que, como ustedes, apoyan con su presencia y contribuyen a realzar la celebración del ingreso de una nueva Académica en nuestra Institución, con la mayor solemnidad posible.
En efecto, la Profesora Lluch, junto con la Profesora María Josefa Linares, de la Sección de Matemáticas, son las dos Académicas de Número de nuestra Academia de Ciencias. Otras dos colegas, Académicas Correspondientes, las Profesoras Paz Andrade, de la Universidad de Santiago, y la Profesora María Josefa Izuel, de la Autónoma de Barcelona, completan la representación femenina de nuestra Corporación, ciertamente aún mayoritariamente masculina. Y, si me estoy refiriendo a la presencia de la mujer en la Academia, no es porque considere que la Profesora Lluch viene a cubrir ninguna “cuota” de las que los políticos deciden no siempre con criterio. Ya se ha encargado, como acabamos de oír, el Profesor Olivares, de dejar bien claro que no ha sido así, y que la profesora Lluch fue elegida por unanimidad, vistos los méritos relevantes, científicos y profesionales, de la entonces candidata y hoy nueva Académica. No ha habido discriminación positiva; y quiero además, pedirte disculpas, querida Carmen, por aludir en este momento a tu condición de mujer, algo contra lo que habrás tenido que luchar a lo largo de tu carrera profesional, demostrando lo que no se le exige demostrar al hombre, y siendo por ello más difícil y, por tanto, más meritorio, progresar en medio de la jungla del mundo académico. Sin embargo, debo aludir a ello y expresar mi satisfacción en este momento porque una científica, de tanta proyección internacional como la de la Profesora Lluch, se incorpore a nuestra Nómina de Académicos y por ello venga a paliar una carencia, citada como general en la mayoría de las Academias Científicas del mundo occidental, que es la falta de miembros femeninos entre sus componentes. Obviamente, hay otras carencias, o debilidades, que se citan en la bibliografía como comunes en las estructuras de esas Academias Científicas, y que son, junto a la ya citada, también la falta de miembros más jóvenes, así como una cierta tendencia a actuar como “clubes privados”, no atendiendo a su tarea fundamental de impulsar y difundir el conocimiento de los aspectos más relevantes de la ciencia y la tecnología del momento. No es este último el caso, afortunadamente, de nuestra Academia de Ciencias de Granada.
Dicho esto, quiero agradecer al Profesor, Ilmo. Sr. D Don José Olivares Pascual, Académico de la Sección de Naturales, su disposición a asumir lo que la Academia le pidió, la presentación de la nueva Académica y la contestación a su discurso científico. Excelente discurso sobre un discurso excelente, creo que el Profesor Olivares ha sabido recoger la esencia de la calidad presente en la persona, en la profesora, en la investigadora, en la creadora de conocimiento y en la impulsora de actividades de transferencia de ese conocimiento, si me permiten la expresión, ahora que está tan presente en las actividades de nuestra Academia, como es Carmen Lluch Plá. Muchas gracias, querido compañero Académico, por la excelente presentación que has hecho y por la calidad de tus opiniones, que son las opiniones de un verdadero Maestro.
Hemos escuchado de la Profesora Carmen Lluch un discurso de profundo contenido científico, hemos disfrutado del conocimiento de nuevos hechos, de desarrollos muy modernos y de gran impacto en el mundo de la biotecnología, que arrojan un rayo de esperanza sobre un futuro menos remoto, en el que cada vez más personas que hoy día pasan hambre, puedan dejar de sufrir y disponer de alimentos, gracias al uso de microorganismos especialmente diseñados para una agricultura más eficaz y más sostenible en entornos desfavorecidos. Si tuviera que quedarme con alguna idea, con algún aspecto de los expuestos en el discurso de la Profesora Lluch que me haya impactado especialmente esta tarde, elegiría sin duda su interés por los estudios sobre fijación de nitrógeno en leguminosas crecidas en suelos salinos. La mera posibilidad de conseguir mejores rendimientos de los cultivos en unos suelos deficitarios de nutrientes, en suelos que se consideran casi no utilizables para su aprovechamiento debido a la salinidad inherente a los procesos de desertificación, un fenómeno más extendido gradualmente en amplias áreas del planeta, hace que uno se quede perplejo y se emocione ante lo que la creatividad del género humano es capaz de conseguir cuando se dirige en beneficio de toda la humanidad y no sólo en el interés particular de unos pocos.
La generación y gestión del conocimiento, o en otras palabras, la investigación y la transferencia de sus resultados es, señoras y señores, la única vía para superar los problemas que hoy tiene planteados la humanidad. Problemas que en unos casos supondrán la superación de necesidades fundamentales, de supervivencia, como es la alimentación; pero que en otros, parafraseando al profesor Miguel Ángel Losada, hace sólo tres días aquí en esta sala, contribuirán al bienestar económico, al bienestar social y al bienestar ambiental, que son los estadios ligados al desarrollo de una sociedad que progresa.
Lo que hemos aprendido hoy de la profesora Lluch, escuchando su discurso, es precisamente que se pueden dar “pasos de gigante” (utilizando las palabras del Profesor Olivares) en la consecución de esos estadios de bienestar, aprovechando los notables avances de la biología molecular, en el caso que nos ocupa, de una agricultura más intensiva y eficaz. Pero estos pasos, estos conocimientos generados en los equipos de investigación, deben ser gestionados con miras, inteligencia y generosidad para que lleguen a la sociedad y cubran sus expectativas. Unas políticas de gestión y planificación que no atiendan lo que es bueno para la sociedad, en los términos de su bienestar antes mencionados, nunca serán semilla de un futuro mejor. Es, por tanto, enorme la responsabilidad de los que toman decisiones en nombre de la sociedad, porque son ellos los que, en definitiva, deciden qué se hace con el conocimiento que se genera en el seno de la sociedad cuyos intereses gestionan.
Decíamos hace también unas semanas, en esta misma sala, y en un foro de debate organizado por nuestra Academia de Ciencias, que “sólo la investigación es la garantía de un futuro mejor”. Reducir los fondos destinados a la investigación es destruir los cimientos de nuestro progreso; es, simplemente, dejar nuestro futuro en manos de los que desconocen cuál es el verdadero valor de la investigación. El cortoplacismo del sistema político vigente hace que la planificación de la gestión del uso de nuestros recursos y, en particular, de los recursos que surgen del conocimiento generado en nuestros centros de investigación, no sea la más conveniente para el bienestar de la sociedad.
Y es en este contexto en el que considero que las Academias, formadas por hombres y mujeres dotados de talento, de experiencia científica y profesional y, muy importante, con un alto grado de independencia respecto de factores de presión externa de tipo político, religioso o social, tienen un campo de actuación social extraordinariamente importante en estos momentos de crisis y de desconcierto generalizado. Las Academias y sus miembros pueden y deben contribuir a través de la generación de debates abiertos en los distintos sectores de la sociedad a que ésta entienda en qué medida la ciencia contribuye a su bienestar, a que se apoye a los científicos y a las tareas que ellos llevan a cabo. Promover, estimular el conocimiento público de la Ciencia y, en definitiva, mediar entre los científicos y la clase política dirigente (que, aunque muchas veces denostada, no olvidemos que es el fiel reflejo de la sociedad que los elige), pudiera ser, en estos momentos, una actividad esencial, que yo reclamo desde esta tribuna, en torno a la cual organizar las actividades de las Academias en general y de la nuestra en particular.
Y es aquí, precisamente, para el cumplimiento de esta finalidad a la que he aludido, donde cobra extraordinario valor la incorporación de personas, de personalidades diría yo, con un perfil tan interesante como el de nuestra nueva Académica. La Academia siente hoy un orgullo especial por incorporar en su seno a Carmen Lluch, una personalidad, como he dicho, de una extraordinaria talla humana y científica, dotada precisamente de esas cualidades, inteligencia y actividad creadora, a las que me he referido para el buen desempeño de las actividades en el seno de la Academia.
No olvides, Carmen, que te has comprometido públicamente en este acto, usando tus palabras, “con interés y disponibilidad”, a contribuir al cumplimiento de los objetivos de nuestra Academia. Nosotros así lo esperamos y, por ello, no tengo más palabras que de agradecimiento por esa disponibilidad que has manifestado.
Debería acabar aquí mis palabras, como es usual, felicitando a la profesora Carmen Lluch. Pero antes, permítanme que haga un inciso, que para mi tiene importancia por su contenido emotivo. Hoy, con este acto cierro una etapa en mi vida al finalizar el mandato como Presidente de la Academia. Estos cinco años pasados me han servido para poner en marcha iniciativas que describí el día de mi toma de posesión y que han significado, al menos así lo espero, un mayor grado de compromiso y dedicación al entorno inmediato de la sociedad que construimos entre todos. Estos cinco años me han dado la oportunidad de trabajar con un equipo que ha demostrado su interés y dedicación, su lealtad y su afecto también, cualidades todas ellas que esperaríamos de forma natural en todo ser humano pero que, desafortunadamente, brillan por su ausencia en el mundo en el que estamos inmersos. En estos cinco años hemos sumado entre todos más que restado. La Humanidad contempla con avidez los progresos en los diversos campos del saber en las áreas que nuestra Academia cultiva: la Matemática, la Física, la Química, la Biología y la Geología, así como las modernas áreas transversales que las combinan a todas ellas. Este ha sido un espacio abierto a la discusión, al debate, al acuerdo y al desacuerdo. De todo ello nace la ciencia y con ello se origina el conocimiento. Nuestra contribución a veces ha tenido repercusión y otras veces ha quedado en conversación de pasillo. Pero, incluso ahí, cuando nadie escucha nuestra voz, estamos dando paso al pensamiento crítico.
Sras y Sres, echaré en falta hablar desde esta tribuna que otorga la Presidencia de una Institución como la nuestra. Echaré en falta, seguro, trabajar tan estrechamente con Gerardo Pardo, nuestro Presidente de Honor, con Luis Fermín Capitán, con Roque Hidalgo, con Manuel de la Higuera, con Pascual Jara, con los Presidentes de las Secciones, Enrique Hita, Andrés González Carmona, Pascual Rivas, Luis Cruz, Alberto Prieto. Saber que quien me sucederá en la Presidencia, el Profesor Enrique Hita, seguirá estimulando la colaboración, el respeto por el saber, la iniciativa creativa y la pluralidad, me reconforta y alivia esa pequeña desazón que siempre genera un cambio. Querido Enrique, compañero de tantas experiencias desde hace tantos años, te deseo todo lo mejor en este nuevo camino que vas a iniciar próximamente como Presidente de la Academia de Ciencias de Granada.
Dicho esto, estimados colegas, Sras. y Sres., ahora si es el momento de que me dirija a la Profesora Carmen Lluch, la protagonista de este acto Académico, para darle la enhorabuena y desearle a ella, a su familia y a todos los que la rodean, mucha salud y mayor felicidad.
Muchas gracias a todos ustedes por su asistencia a este acto.
He dicho.